Prácticamente desde que el hombre tiene consciencia de sí mismo y de su existencia, el conocimiento del futuro ha sido una constante en todas las culturas y todas las épocas del mundo. Los procedimientos son incontables: desde la observación de los astros, hasta la lectura de las manos, o el Tarot, interpretar las vísceras de un ave o incluso, para determinadas culturas paganas, observar la muerte de una persona, tras clavar un cuchillo en su pecho, podía ser objeto de interpretación y vaticinios. En esta entrada hablaremos sobre el oráculo de Cumas, en la antigua Roma.
En la antigua Grecia se utilizaban oráculos ubicados en los templos de Apolo. Solo unas pocas personas tenían el don de la profecía y la interpretación de los hechos. Eran las sibilas quienes tenían el privilegio y el don de la interpretación. De entre todos, además del ubicado en Delfos, destaca el Santuario de Cumas, cercano a la actual Nápoles.
Los oráculos eran lugares rodeados de misterio y temores, quizá protegidos por atávicas supersticiones y miedos a lo sobrenatural y al propio destino de los seres humanos. De esta manera, quien quisiese consulta a la sacerdotisa del Santuario de Cumas, debía atravesar una caverna de más de cien metros de longitud, rodeada por otras doce galerías más cortas que comunicaban con el exterior.
A través de estas aperturas, entraban los rayos del sol, creando un alucinante efecto de claridad y oscuridad. Al final del camino existía un vestíbulo en el que el visitante esperaba la voz dela sibila. El propio Virgilio narra en su obra La Eneida, como ésta transmitía sus profecías, a veces ambiguas, a través de aquellos corredores latereales, a veces con voces distintas.
No es extraño que en muchos de estos oráculos se realizasen sacrificios humanos a Apolo. Por otra parte era frecuente que incluso la estrategia del propio ejército griego o romano fuese consultada a distintos oráculos para saber si la suerte les sería propicia o no, vinculando movimientos militares y campañas según las profecías del oráculo.
Oráculo de Cumas en el Imperio Romano
En la Roma Imperial, el Santuario de Cumas estaba ya vacío, sin embargo, su fama superaba su propia existencia. Cuando un peligro amenazaba a la República, eran los propios senadores y magistrados romanos quienes consultaban a la observación de las aves. En situaciones de suma gravedad, el propio Senado Romano mandaba consultar los llamados “Libros Sibilinos”, una misteriosa recopilación de profecías y advertencias que la Sibila de Cumas había dictado y en los que se encontraba la propia suerte del imperio romano.
Según se sabe, en un principio estos libros se guardaban en un cogre de piedra en el templo de Júpiter, ubicado en las proximidades del Capitolio. Su custodia recaía sobre el Colegio Sacerdotal, formado por diez miembros (los llamado decemuirí). Ellos eran los únicos que tenían acceso a estos libros y quienes interpretaban las palabras hechas escritura de la Sibila. Las recomendaciones que extraían de estos textos estaban centrados, sobre todo, en distintos tipos de rituales, sacrificios, a veces humanos y ceremonias que Roma debía celebrar para conseguir los favores de los dioses.
Se sabe que sobre el año 82 A. C. un incendio destruyó el templo de Júpiter, despareciendo así este último e importante vestigio de uno de los oráculos más importantes y afamados en todo el orbe romano. Los originales fueron reemplazados por distintas recopilaciones de otros oráculos de naturaleza griega, latina y oriental. Octavio Augusto ordenó copiar estos libros y depositarlos en dos cofres de oro ubicados en el templo de Apolo, dentro de la zona Regia de Palacio.
Hay quien dice que el hecho de mandar guardar estas copias provocó el final del propio Imperio Romano, ya que en las palabras del original Oráculo de Cumas, se profetizaba que el final de Roma estaba en sus propias entrañas, en el interior del Imperio, no en el exterior, como, en parte así fue.
Deja una respuesta