Los juicios de Dios o también las llamadas Ordalías o los juicios eclesiásticos, eran los distintos procesos de acusación (y defensa en el mejor de los casos), contra todas aquellas personas acusadas o sospechosas de brujería.
De hecho, a modo de curiosidad, una de las pruebas más recurrentes en las distintas Ordalías, para liberarse de todo cargo era meter las manos en el fuego, de tal manera que si la persona era inocente, Dios intercedería y no sufriría daño.
Los primeros datos de Ordalías los podemos encontrar en la obra de Sófocles, Antígona, donde un soldado para demostrar su inocencia pide andar sobre brasas candentes.
Aunque podemos encontrar distintos testimonios de Ordalías antes del cristianismo, es desde la Edad Media y con el fortalecimiento de la Iglesia, cuando este tipo de actos cobran una verdadera fuerza, pasando a ser auténticos tormentos para probar su inocencia. Casi todos ellos vinculados con el fuego que, para la Iglesia, era purificador de males y aberraciones. Si por un milagro el reo conseguía salir herido o al menos vivo, se decía que ello era debido a la intercesión de Dios.
Tipos de Juicios Eclesiásticos
Se podría hablar de dos tipos de Ordalías: la Canónica o el Juicio de Dios, que venía a ser un juramento ante distintas dignidades religiosas, mientras que la vulgar, la más común sobre todo para clases bajas y humildes, era una prueba a la que se sometía al acusado para demostrar su inocencia frente a las supersticiones del lugar.
La Caldaria, por ejemplo, era un tipo de prueba, dentro de las Ordalías vulgaris, consistente en que el reo debía meter la mano en agua hirviendo, como hemos dicho, si no demostraba signo de dolor y aguantaba cierto tiempo era muestra de su inocencia y la intercesión de dios.
Otras variantes de la prueba anterior, era por ejemplo, el empleo de un hierro candente que el acusado debía de sostener entre sus manos durante un tiempo. Algunas variantes al hierro candente y el agua, eran metales fundidos o aceite hirviendo, siempre con el mismo fin: una prueba irrefutable de la inocencia del reo
Un tipo de ordalía aplicada sobre todo a acusaciones de brujería, era atar de pies y manos a la acusada y lanzarla al río. Si la acusada flotaba era signo de culpabilidad, ya que el agua la “rechazaba”, si se hundía, era señal de inocencia, ya que el agua la “acogía en su seno”. La inmensa mayoría perecían ahogadas.
Otro tipo de ordalía era el uso del veneno. Es evidente que muy pocos o nadie lograba sobrevivir a la ingesta de agua o alimentos envenenados. Existía otro tipo de prueba, reservada para la nobleza y descendientes de nobles que consistía en bendecir los alimentos (sin envenenarlos) y hacérselos comer al noble o la dignidad acusada. Si el acusado era culpable de brujería o artes negras, el alimento bendecido un fuego infernal quemaría sus entrañas, en el caso de ser inocente, no pasaría nada. Este proceder es conocido como Prueba de Corsned.
Es a partir del Siglo XII, cuando el Papa Alejandro III prohíbe las pruebas de fuego. También el papa Inocencio III prohibirá este tipo de ordalías y juicios eclesiásticos durante el Cuarto Concilio Luterano. Poco a poco , pese a su profunda raigambre en las costumbres europeas, este tipo de actos irán perdiendo importancia e influencia. Si bien es cierto que años más tardes, en el caso de España, la Santa Inquisición, encargada de velar por la integridad moral de los cristianos, se ahorrará todo tipo de pruebas condenando directamente a miles y miles de personas a morir en la hoguera por simples indicios, muchas veces sin pruebas firmes, de brujería y actos oscuros.
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