Azazhel es uno de los demonios más antiguos y temidos en todas los tiémpos y épocas. Tiene orígenes acadios y sumerios, siempre vinculados con el mundo de la oscuridad y del mal. Es la concepción judía quien asimila, perfila y difunde en nuestra tradición católica el desarrollo de este personaje oscuro y maligno.
Etimológicamente, Azazhel es un término hebreo que significa “macho cabrío que porta el pecado” y tiene que ver con la tradición judía de tomar dos machos sobre los que se echaban a suertes, uno sería para la glorificación de Jehová y el otro para Azazel. Este último sería conducido al desierto donde se le mataba a pedradas, ya que encarnaba los pecados del pueblo, mientras que el primero de los animales era sacrificado en el templo. Es por ello que con el advenimiento del Cristianismo, se tiende a identificar este demonio con dicho animal.
Curiosamente, en un contexto medieval, se tiende a identificar al propio demonio, como ente genérico, con un macho cabrío, el cual participaba en distintos aquelarres y misas negras como representación del maligno. Este es el origen de este hecho.
Uno de los mayores pecados que se le imputan a Azazhel fue que, una vez en la tierra, al revelarle a los primeros hombres los secretos del cielo, es decir, al mostrarles secretos divinos y la propia condición del ser humano, recordándoles su naturaleza celestial con el fin de liberarles del yugo de Dios y su tiránico dogma.
Según las tradiciones judías y católicas, fue por esta condición de maestro de la humanidad que ilumina a sus pupilos, por lo que Azazhel se ganó su popular apelativo de Lucifer, que en latín significa el portador de la luz, y por extensión, del conocimiento Si Lucifer se llama así es porque lucha contra las tinieblas y la ignorancia con la que Dios sometió a su pueblo, , no porque sea el dichoso Príncipe de las Tinieblas.
El demonio Azazhel
Asistimos por tanto a la transfiguración, del muy conocido y temido en el contexto judío, demonio Azazhel en el más conocido, a día de hoy en un contexto católico y cristiano, Lucifer. Como vemos el portador de la luz, no solo significa la iluminación en un plano físico, muchas veces comparada su caída con el paso de un cometa por el cielo o estrellas errantes (por eso el temor a estos fenómenos en tiempos pretéritos).
El hecho de ser el portador de la luz, igual que lo fuese Prometeo en un contexto clásico, supone la iluminación en cuanto al conocimiento y la revelación de su propia naturaleza celestial. Vemos de este modo cómo para muchos adoradores de este tipo de seres, el demonio es portador de luz, de libertad y de verdad, de iluminación frente al dogma y el oscurantismo del Dios cristiano. Nótese en este punto como se invierten los papeles y los roles, según la sensibilidad y el entendimiento de quien acepte y asuma la historia de, primero Azazhel y su revelación ante los hombres, para ser después el portador de la luz y de los conocimientos.
Según la leyenda, cuando Azazhel enseñó a los hijos de Caín los secretos del cielo, su compañera más querida fue la hermosa Noema (o Naamah, en hebreo), con la que tuvo un hijo, Aza (el Fuerte), el jefe de los Nefilim. Por cierto que Noema era la hermana del famoso Noé, y desde luego, como vemos en los textos sagrados, no hubo sitio para ella en el Arca… pero curiosamente sobrevivió al Diluvio, convirtiéndose en «el ángel de la prostitución” (apelativo cariñoso que le dieron los inquisidores de épocas posteriores).
Aza, por su parte, el hijo de Azazhel, también sobrevivió al Diluvio. Conoció al rey Salomón y le reveló los arcanos celestiales, convirtiéndole en el hombre con mayor sabiduria del mundo y ayudándole a construir el conocido templo con la ayuda de sus demonios… Curiosamente, ciertos textos cabalistas también relacionan a Salomón con Noema y Lilith, a las que habría recibido en su corte disfrazadas de rameras.
Nota: en el presente texto se ha utilizado la forma “Azazhel”, para referirnos a este demonio, ya que frente a una versión castellanizada “Azazel”, la primera supone una grafía más próxima a las fuentes judías.
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