En la historia universal del mundo y de las religiones, muy pocas figuras han sido tan fascinantes y tan misteriosas como la de Lilith. En todo el Antiguo Testamento será mencionada tan solo una vez de manera abierta y explicita, sin embargo su influencia estará inmanente en pasajes tan esenciales en el pensamiento católico como el de la aparición de Eva la caída de Caín, por ejemplo.
Es en el versículo 34,14 de Isaías, donde se nos narra la destrucción de la ciudad de Edom, la cual quedará “ruina sobre ruina hasta convertirse en lugar de oscuridad y desolación”; donde aparece de manera literal, el nombre de lilith, ya asociado al mal:
(…) gatos salvajes y hienas se darán cita, y los sátiros se reunirán, y también allí se tumbará Lilith y encontrará su lugar de reposo
Este personaje femenino bebe de fuentes anteriores al cristianismo; para muchos teólogo, Lilith tiene sus antecedentes en antiguos demonios sumerios con forma de mujer que corrompían el alma de los hombres, simbolizando pecados y dominación. Tanto para la religión judía como para la cristiana, Lilith trasciende el contexto antiguo y asumen su figura como un ser diabólico con la forma de hermosa mujer, lascivo, nocturno y en muchas ocasiones vinculado con cuestiones sexuales.
La influencia de Lilith en la Biblia
Es un hecho constatable la influencia de Lilith en el desarrollo de la narración bíblica. Su presencia se transmuta en la significación del pecado, en la forma de la tentación seductora y venenosa para el alma y los dictámenes de los Sagrados Textos.
En torno a la figura de Lilith existe un aura de misterio y de ambigüedad. Para la creencia semítica es, como hemos visto, un demonio, para otros fue la primera esposa de Adán, creada por Dios, como un igual (véase el Génesis 1.27), pero ante la pretensión de Adán de someter a la mujer, ella se reveló. Es curioso como encontramos un paralelismo casi idéntico entre la actitud de Lilith y Lucifer, ambos dos son malditos y repudiados por no someterse.
Por otra parte, más adelante, en el fragmento 2.21 del Génesis, podemos volver a leer:
Entonces Yavhé dios hizo caer sobre el hombre en un sueño letárgico y mientras dormía tomó una de sus costillas, seguidamente, de la costilla formó Yavhé Dios a la mujer y se la presento al hombre, quien exclamó, ésta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne, esta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada
Lo esencial en este punto son las palabras de Adán: está si es “hueso de mis huesos…”; este hecho sirve para la determinación de que muchos piensen en la existencia de una mujer anterior, en este caso Lilith, de Adán. Muchos ven, por otra parte, una (de tantas) contradicciones en este punto: si se nos dice que la primera mujer fue creada de igual a igual; ¿por qué entonces el sometimiento de Lilith bajo los deseos de Adan? No será quizá, se responden muchos, ¿qué quien obró verdaderamente mal, de manera cruel y posesiva fue Adán? Quizá, en la naturaleza de la misma Lilith, antes de caer en desgracia, estaba el hecho de no ser sometida, de haber sido creada de igual a igual.
Posteriormente las lecturas de este personaje han sido divergentes, por un lado, como ya es sabido, se le asoció a la lascivia, al deseo y a lo más oscuro y corrompido del alma humana, por otro lado muchos movimientos feministas contemporáneos han retomado su figura como ejemplo de valentía, de dignidad y de lucha por unos ideales y una libertad ofrecida por Dios.
Sea como sea, Lilith fue y será un personaje muy controvertido, polémico, odiado y admirado. Es quizá la única figura que se puede interpretar con tintes demoniacos, según se ha encargado de hacernos pensar durante más de dos mil años la Iglesia, o también, alguien que no se resignó al capricho del hombre, de Adán, el sometido que quería someter.
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