Lejos de ser un tema recurrente en la cinematografía de Hollywod, es asumido por la mayoría de los psicólogos y psiquiatras infantiles que los niños tienen una mayor percepción intuitiva y psíquica de cuanto les rodea, lo que incluye los fenómenos paranormales. Muchos estudiosos piensan que esta “asombrosa capacidad” para ver cosas que a los mayores nos pasan desapercibidas puede ser a la inocencia, a un mayor desarrollo de partes primitivas del cerebro (aquellas más intuitivas) y sobre trodo a no tener miedo, mientras que una persona mayor, por cuestiones sociales y conductuales, como medio de defensa, suele tener miedo ante hechos como los que no ocupan.
Existe en realidad un profundo debate. Hay quienes piensan que todo es debido a una imaginación desaforada y plagada de elementos “no lógicos” en la mente de un pequeño, algo que, reinterpretado por un adulto, con sus prejuicios y sus asociaciones, puede traducirlo como una experiencia paranormal o una visión. Por otra parte, hay quienes defienden que determinados tipos de niños poseen una capacidad innata para acceder a distintos planos que los adultos no alcanzan a sentir o ver, e incluso que se niegan a creer.
Fenómenos Paranormales en la Infancia
De un modo u otro, no deja de ser, en todo caso, una experiencia traumática, tanto para el pequeño (sea imaginación o no) como para los padres que en principio pueden no creerlo o pensar que tiene algún tipo de patología psicológica. Algunos psiquiatras señalan que una vez vamos abandonando la infancia, en la misma medida que el contexto y el entorno nos “socializa” con cuestiones culturales y lógicas, la persona se va cerrando, de manera consciente al acceso de esa posible capacidad de conexión o de vinculación con otros entes u otras realidades.
En este punto, si quisiera contar una experiencia personal particular, Lejos de testimonios leídos en prensa o documentados a través de informes. En un pueblecito de la Sierra Norte de Madrid, existía un niño (hoy hombre) el cual veía a alguien sobre un árbol cada vez que pasaban con el coche por un olivar. Siempre decía lo mismo:
Mira mamá ese señor en el árbol
La madre miraba y no veía a nadie. Era tal la insistencia que sus padres desistieron de la idea de que fuese un juego y comenzaron a llevarlo a un psicólogo. El psicólogo infantil no detectó nada en el pequeño. Años después, participando en un proyecto de reconstrucción histórica de ese pueblo madrileño, me encontré, en la hemeroteca que en los años 50 una persona se había ahorcado en aquel olivar. Hecho que conmocionó a toda la región por lo dramático y lo conocido de aquel hombre. La polémica que reflejaba aquel artículo de 1953 se centraba en si un ahorcado, un suicida debía ser enterrado en Suelo Santo o no. Pero lo importante fue que se describía el mismo lugar (no sé si fue en ese olivo u otro), de manera inequívoca tan luctuoso hecho.
Es difícil, tras lo comentado creer en la casualidad, o no plantearse por qué ese niño veía “aquel señor subido en el árbol”, donde sus padres u otros niños no veíamos nada.
Existen situaciones en las que los padres relatan cómo sus hijos se quedan mirando un punto fijo, como si hubiesen visto algo o alguien. Existen múltiples interpretaciones, quizá cada experto dice y explica la realidad desde su punto de vista. Para un médium, quizá el niño ha tomado contacto con algo o con alguien, quizá para un psicólogo infantil es una muestra de su desarrollo neuronal que provoca este tipo de comportamiento. No se sabe, quizá hay que vivir una experiencia como la narrada para terminar de creer en algo que nos produce temor y pasión al mismo tiempo, o quizá solo sea aquello que algunos llaman “casualidad” como método de consuelo. Quién sabe qué se esconde realmente detrás de estos fenómenos paranormales.
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