En el mundo de las religiones y las creencias sean del signo que sean, todas consideran que además de lo físico, de lo tangible, existe otro plano superior o espiritual. Lo cierto es que, el hecho de permanecer atados a este plano de lo físico, no es más que una limitación de nuestras condiciones físicas. Muchas religiones han tratado de romper estas limitaciones: el budismo, por ejemplo, o religiones como el catolicismo o el islamismo mediante la existencia de planos superiores y celestiales, o incluso también se podría citar al chamanismo cuando se postula el conocimiento y la comunicación con realidades alternas al plano físico a través de la meditación.
Es por ello que podemos hablar de un mundo espiritual, de un espacio o un mundo ubicado en otra dimensión y en distintos planos, paralelos o no a nuestra propia realidad. Este mundo está habitado por energías de distintas naturalezas.
Son precisamente los Registros Akásicos, el compendio de conocimientos sobre lo que nos rodea en el plano espiritual y superior. Esta disciplina aspira al reflejo de un conocimiento profundo y detallado del universo en un plano no físico, hablamos entonces de un plano “superior” o “astral”, al que todos tenemos acceso, pero al cual solo unos pocos han tenido acceso.
Será durante el S. XIX, cuando se asientan las bases de este tipo de conocimiento que trasciende la materia física. Es en este siglo cuando se postulan los principios y se define este hecho como un conocimiento que han compartido innumerables culturas ancestrales: desde los druidas hasta los incas, pasando por egipcios, sumerios, etc. Incluso en la Biblia, podríamos localizar un registro de dicha información en el pasaje “El Libro de la vida”.
La Meditación: el Plano Astral
El plano astral, la auto-trascendencia de uno mismo, es, para muchos, un abandono del propio cuerpo y un encuentro con nosotros mismos, por ello se hace esencial estar en tranquilidad y buscar el propósito de irnos conociendo, no físicamente, sino espiritualmente para una meditación introspectiva.
Quienes han logrado visitar este plano afirman que es esencial aceptarse a uno mismo y aceptar todo cuanto ha hecho en el pasado ya que muchos se encuentran con hechos de sus vidas pasadas que pueden resultar duros o dolorosos y si de antemano, no somos capaces de aceptarlos e ir poco a poco interiorizándolos, no se nos revelará el conocimiento pleno, ni podremos dejar nuestro plano físico.
El camino, según afirman muchos, no es difícil; no se requiere más que una “intuición bien desarrollada”. La meditación, la fortaleza de tener y mantener la mente en blanco es algo esencial; ya que, es precisamente en ese momento, cuando nos aislamos de lo físico y de nuestro plano material, en ese mismo punto es cuando comenzamos a intuir tenues señales del universo, además ello requiere que el fin único y pleno sea el afán de autoconocimiento, ya que si nos motiva otro motivo, cualquiera que sea, no llegaremos a ningún sitio.
Parece ser que lo más complejo es revisar los registros universales, ya que solo aquellos avanzados en su propia introspección y autoconocimiento, son los únicos capaces de hacerlo.
Se trata, por tanto de una trascendencia, de una búsqueda de uno mismo y su plano astral. Partiendo de lo físico, incluso la base para esta técnica de auto-trascendencia es nuestro propio ADN, lo físico, ya que ello no es más que un mapa de información genética, un plano físico de nosotros mismos que construye nuestros cuerpos y nuestra realidad física. Se parte de este plano, por tanto, mediante la aceptación y el conocimiento físico y se aspira mediante la reflexión, la aceptación y la meditación al abandono del cuerpo para llegar al Plano Astral, un viaje fascinante hacia nosotros mismos y otras dimensiones que no somos capaces de intuir en nuestra consciencia.
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