A menudo solemos hablar de rituales esotéricos y ceremonias. Realizamos grandes descripciones en cuanto al tipo de rito, a los objetos necesarios, las palabras que deben pronunciarse… y sin embargo, siempre o casi siempre nos olvidamos del papel fundamental que tiene algo tan simple y tan, aparentemente, poco importante como las velas.
Sin lugar a dudas, sea cual sea el tipo de rito o ceremonia que se realice, siempre existen velas encendidas. En la antigüedad, las velas servían para la iluminación, lo cual puede ser también una metáfora tanto en cuanto al conocimiento y evolución del hombre. Con el tiempo la vela va quedando relegada a un plano simbólico, tanto para ritos vinculados con la fe religiosa como para aquellos actos oscuros y perniciosos.
Las velas para los rituales esotéricos
La vela, además de la utilidad propia de iluminar, es un elemento imprescindible en el mundo esotérico. Por un lado se dice que una vela encendida, en según qué tipos de ritos, puede suponer, por la oscilación de su llama, de la presencia de una entidad de otra dimensión. Para determinados ritos negros, por lo tanto, viene a ser un “avisador” de otras energías o entes.
En otro contexto, por ejemplo, simboliza a través de su llama una iluminación espiritual, el acceso de la fe a modo de luz en el ser humano. Es precisamente en las misas tanto católicas como cristianas donde las velas adquieren este tipo de connotaciones, entre otras muchas. También suponen un recuerdo por el alma de quien ya no está. Como vemos el valor y el uso y la trascendencia cambian en función del uso y el contexto, pero siempre están presentes.
En un contexto esotérico, las velas conllevan en sí gran número de energías que tienden a ser liberadas cuando se encienden. Es por ello que existen velas, por ejemplo, negras asociadas al ocultismo satánico y negativo, frente a velas rojas usadas para hechizos y amarres de amor. No se trata tan solo de un color, es todo lo que esté color simboliza y representa y toda la energía que podemos llegar a canalizar a través de ese minúsculo punto de luz que se abre camino en lo más oscuro de alma y de la conciencia humanas.
Por todo ello, la tipología y el color de las velas obedecen a la finalidad del rito o ceremonia que vamos a celebrar. En el mercado existen gran número de velas, de distintos tipos, formas y tamaño. Debemos optar por una que sea compatible con nosotros, con la ceremonia y el contexto.
Por otra parte, el uso de una vela (o varias) requiere una preparación de ésta para aprovechar todo su potencial. De manera sucinta, se podría resumir la preparación de nuestra vela en los siguiente pasos:
- Impregnación con aceites, que variarán según el rito y la finalidad (aceite de amor, aceite de ruda, aceite caminos…)
- Imprimación. Consiste en frotar dicha vela nueva con la cera de otra vela ya consumida para transmitir la “memoria” de la vieja a la nueva.
- Invocación, es importante pronunciar determinado tipo de palabras, que reflejen el fin y los objetivos de nuestra ceremonia, antes de ser encendida
- Siempre con cerilla de madera
- Lo normal es dejar que se consuma, pero también se puede apagar con la mano y así tomar toda la energía que exhala dicha vela.
Como se puede ver nada es baladí en una ceremonia, en los rituales esotéricos. Todo tiene un proceso y un método, incluido la preparación y el encendido de una vela. No debemos caer en el error de restar importancia a estos elementos que han acompañado al ser humano desde tiempo inmemoriales. Las velas, desde su humildad, como su pequeña llama ha combatido desde hace siglos la oscuridad (tanto de manera física como de forma metafórica) y sigue haciéndolo hoy día, en tiempos de internet y la conectividad, en cuestiones trascendentalmente humanas como son determinados tipos de ceremonias e invocaciones.
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