La Arqueología y la Egiptología son ciencias que actualmente continúan en un verdadero debate sobre el origen y construcción de los monumentos del antiguo Egipto. Las pirámides y la gran Esfinge no han querido develar sus secretos a pesar que por siglos se han investigado.
En primer lugar, la fecha de su construcción no está del todo clara. Algunos la sitúan cerca del año 3,000 A. C. durante el reinado de la primera dinastía. Pero otros eruditos aluden que estas ya estaban allí, como vestigio de otra civilización más antigua y misteriosa.
Las estrellas como planos
Lo único seguro hasta el día de hoy es que su construcción y utilización debieron de tener otro sentido más que el que se les ha atribuido, el de ser tumbas para faraones y reyes. De tal forma es difícil concebir que sus arquitectos dejaron a las tres pirámides de Egipto en perfecta alineación con las estrellas. Un dato astronómico desconcertante.
Estas coordenadas estelares corresponden con el llamado cinturón de Orion, compuesto por las estrellas Alnitak, Alnilam y Mintaca. Cosa distinta sucede con la Esfinge cuyo origen y utilidad está sin resolverse además de que pareciera que no observa hacia ningún lugar importante.
El mayor secreto de las pirámides
La interrogante más grande es cómo los egipcios, ayudados por esclavos, lograron transportar los gigantescos bloques de piedra hasta convertirlos en una de las 7 maravillas del mundo antiguo y que hasta hoy sobrevive. Nuestro entendimiento ha sido superado por supuestos conocimientos secretos que poseían y que se perdieron para siempre en el recordado incendio de la biblioteca de Alejandría.
Astrólogos y esotéricos han concluido que la ciudad eterna posee energías muy superiores a las halladas en otros lugares de veneración como Stonehenge y Machi Pichu. Quiere decir que, lo que sea que los egipcios quisieron transmitir a futuras generaciones aún permanece enterrado en la arena.
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