Como ya se ha comentado en pasados artículos, el espiritismo nació en 1848, en Hydesville, cuando dos hermanas kate y Maggie Fox empezaron a comunicarse con el más allá mediante golpes. Se dice que en realidad lo hacían mediante una manzana atada con un cordón y con los nudillos de los dedos de los píes como venganza por las reprimendas y palizas que recibían por parte de su madre. Vieron en el pavor de los mayores una forma de venganza. La relación de Arthur Conan Doyle y el ocultismo empezó tiempo después y en este artículo vamos a describir esa sinergia.
Pese a todo, fue tal el impacto, que sobre 1850 en Estados Unidos, había más de 40.000 mediums o intermediarios entre los muertos y los vivos. Sobre 1860, en una sociedad con altísimas tasas de mortalidad infantil, y con más de un 90% de analfabetismo, eran casi dos millones de estadounidenses los adscritos a este nuevo credo.
Arthur Conan Doyle y el ocultismo: detective de lo oculto
Es en este ambiente enfervorecido en el que Arthur Conan Doyle se adhiere a este nuevo credo. Autor de indelebles obras como Sherlock Holmes, detective racional y metódico por excelencia, Doyle, fascinado, parcitipa en distintas sesiones espiritistas e investigará fenomenología extraña por encargo de la Agrupación de Investigación Psiquica (SPR), la primera organización parasicológica del mundo. En su biografía observamos una cada vez mayor obsesión por el mundo de la parapsicología, de hecho se casará con Jean Leckie, en 1907, una famada médium norteamericana.
En 1918 fallece su hijo kingsley y un año más tarde su hermano Inner, hechos que marcarán profundamente su personalidad en adelante. En adelante vivirá obsesionado por entrar en contacto con su hijo, realizando incluso sesiones de contacto y espiritismo sobre la tumba de su hijo y su hermano.
Doyle, se convierte así en el principal apóstol y defensor de esta nueva religión. Es en este período, sobre todo en Norteamerica, donde encontramos una sociedad joven y alejada de todo precepto moral religioso, como ocurre en Europa o America del Sur, donde es frecuente encontrar a burgueses y adinerados banqueros realizando sesiones de espiritismo y contacto con el más allá.
Se pueden encontrar, incluso, testimonios y escritos del propio autor en relación a su participación en las sesiones espiritistas y en las famosas sesiones de “mesas parlantes”, un fenómeno que hizo furor en Estados Unidos a principios del S. XX, lo cual consistía en una sesión en la que un gripo de personas se sentaba alrededor de una mesa redonda con las manos apoyadas sobre ella y, era justo cuando los participantes se concentraban y hacían un llamamiento al más allá, cuando la mesa oscilaba, se movía y vibraba. Es sobre el año 1900, según nos cuenta Doyle, cuando un espíritu de mujer le cuenta que Marte está habitado por una civilización mucho más avanzada que la nuestra y que los famosos canales son obras realizadas por estos seres.
Es en realidad un momento propicio para la eclosión y el desarrollo de un espiritismo incipiente, en una sociedad, como hemos señalado, liberada del yugo religioso; donde establecer contacto con otras dimensiones está de moda, ignorando todo peligro de los propios actos de la gente.
De hecho, la familia Fox, con la que toda la fiebre espiritista había comenzado, se hicieron ricos y famosos, si bien desde el principio hay personas excepticas y críticas con todo lo que están haciendo. Se les acusa de hacerse ricos a costa del sufrimiento y la esperanza de viudas y madres que se han quedado sin sus maridos y sus hijos, las cuales quieren contactar con el más allá.
Sea como fuere Doyle fue uno de los grandes defensores de este culto, frente a otros intelectuales de la época como Charles Darwin o Ramón y Cajal, incluso como el Gran Houdini, los cuales tacharon de gran engaño este tipo de actos, Doyle jamás perderá la esperanza de contactar con su hijo ni dejará de creer en otros mundos.
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