Pocas historias tan bellas como la fabula del mito de Narciso, según el cual estaba condenado a no conocer otro amor salvo el suyo propio. En la versión de Ovidio, la belleza de Narciso es tan intensa que le pretenden tanto hombres como mujeres, en este punto cabe recordar que la homosexualidad en la cultura griega, si bien no era una cuestión de la que se presumiese, tampoco era un hecho execrable como la iglesia cristiana lo ha querido hacer ver en siglos posteriores.
Cuenta la historia del bello narciso que fruto de su egolatría y su soberbia, arrancaron de su corazón el sentimiento más noble y más humano de cuantos había sobre la tierra: la capacidad de amar a otras personas. Narciso, según la mitología, solo podía contemplar su belleza en el reflejo de las aguas.
Existen varias versiones sobre este mito desmedido de amor a sí mismo. En versiones antiguas, Narciso es amado con completa entrega de cuerpo y alma por un joven efebo llamado Aminias, éste enloquecido de amor lo busca constantemente. Narciso, cansado del joven y, según dicen las crónicas, incapaz de amar a nadie, envía al joven una espada para que se atraviese el pecho con ella en prueba de tan intenso amor. Sin dudarlo el joven hiende la espada en su pecho. Narciso ante la noticia del hecho se queda pasmado ante su propia imagen reflejada en el agua, en este punto converge con la versión de la ninfa Eco. Algunas versionen afirman que Narciso morirá de sed incapaz de apartar la vista de su propio reflejo y romper la quietud del agua, otras por miedo a que la visión desaparezca.
Versión alternativa del mito de Narciso
Existe otra versión, quizá la más cantada por los antiguos poetas, en la que Narciso, víctima de la maldición queda, como se ha dicho antes, sin la capacidad de amor a otras personas. Un día será visto por Eco, una de las más bellas ninfas. Arrebatada de amor queda prendada de aquel maravilloso ser, tan bello pero tan poco humano. Nuevamente Narciso la desdeñará y ultrajará el amor propio de la bella ninfa rechazándola. Ella herida y desgarrada en lo más hondo, en adelante quedará convertida por siempre en la repetición de las últimas palabras de amor que profirieron sus labios antes de desvancerse:
Naciso, Narciso…
Narciso, preso de sí mismo, de su belleza y de su maldición pereció ahogado, días más tarde en su propio reflejo.
Una tercera versión de la leyenda, quizá la menos conocida, nos presenta a un Narciso bello y profundamente enamorado de su propia hermana gemela. Aquí, se nos presenta un personaje aún con capacidad de amar, de amarse quizá en el otro que es parecido a él mismo, en todo caso. Sea como fuere, un día cazando con su hermana, ella muerte por una caída y Narciso, sin consuelo posible se arroja a la soledad y al olvido, descubriendo en las aguas el reflejo de su hermana en su propio rostro y justo cuando quiere besarla y rozarla, caerá sobre las aguas muriendo ahogado.
En todos los casos, parece ser que su propia belleza es su maldición, la causa que desencadena el dramático desenlace. Siendo así, las tres versiones coinciden en el nacimiento de una flor, un Narciso, en el mismo lugar donde este personaje muere victima de sí mismo.
Esta historia y el tipo de comportamiento esgrimido por el personaje del mito de Narciso, ha generado múltiples teorías psicoanalíticas y ha llevado a desarrollar la afección psicológica de excesivo amor por uno mismo, en términos de “narcisismo.”
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