La cruz es desde sus mismos comienzos el emblema y signo de la religión cristiana. Era, en época romana, el instrumento de tormento donde los adeptos a aquella nueva religión monoteísta eran clavados hasta la muerte por extenuación, o se les incendiaba atados a su particular instrumento de tortura y tormento, para divertimento del pueblo romano. Es quizá irónico que una religión opte por el instrumento donde miles y miles de personas murieron durante la persecución. Para algunos antropólogos, este hecho explicaría la unión del sacrificio y la entrega de la fe, de los mártires que murieron en estos instrumentos de tortura.
Sin embargo, el uso de la cruz, como signo, es mucho más antigua que la propia religión cristiana. Para los egipcios la cruz es un símbolo de perfección y equilibrio. De hecho, cuando moría un faraón, se le colocaba sobre sus labios una cruz, como símbolo de vida eterna.
Algo que el cristianismo toma del pueblo egipcio es la enorme trascendencia y significación que posee la cruz para esta cultura del Nilo. La cruz aparecerá vinculada, en El libro de los muertos con el mas allá. Del mismo modo que para los seguidores del Dios católico, para los egipcios la muerte no es un final en sí mismo, sino una transición a otra vida. Es por todo ello que cuando una persona moría se realizaban una serie de complejos rituales funerarios. Era costumbre colocar amuletos que ayudaban al difunto a cruzar el umbral de la muerte y tener un buen camino hacia la vida eterna.
Uno de estos amuletos es la famosísima cruz egipcia o anj. Una cruz muy parecida a la de los cristianos, pero rematada en su parte superior con un lazo que, según las creencias egipcias, representaba, esta parte superior, la inmortalidad de los dioses, a la vez que simbolizaba la llave que abría un conocimiento oculto y trascendental.
Los antropólogos no se ponen de acuerdo en los orígenes de este tipo de cruces, tampoco en qué período adquiere el valor de renacimiento y de vida eterna, pese a todo es un elemento fundamental en el panteón sagrado de Egipto. Es tal la importancia de la cruz, en cuanto a su significación y su trascendencia que, la propia diosa Isis (diosa la fertilidad y guardiana de las puertas del más allá), está estrechamente ligada a este símbolo divino, al ser precisamente esta diosa, con la ayuda de una cruz quien le devuelve la vida a Osiris, su hermano y esposo.
Por lo tanto, se podría decir que, en algún momento, la cruz egipcia empieza ser vista como una especie de llave, el cual se convertirá, poco más adelante, en el elemento o amuleto perfecto con el que los muertos podían abrir las puertas del reino de la muerte y transitar hasta alcanzar una vida eterna. Ello explica la presencia de estos elementos sobre el rostro de gran número de difuntos.
Para los cristianos, la cruz, de una manera u otra, también simboliza un elemento de tránsito. Jesus morirá sobre una cruz como hombre y como murieron miles de mártires a manos de los romanos, siendo hijo de dios, de este modo, mediante la cruz el hombre torna a espíritu, la materia del ser humano trasciende hacia lo espiritual mediante el tormento de la cruz. Se podría señalar que en unos primeros momentos del nacimiento de esta religión católica, los nuevos catecúmenos, aquellos que se reunían a escondidas en catacumbas olvidadas y parajes solitarios para celebrar sus ritos, en un principio se optó el símbolo del pez, pero muy pronto la cruz desbancará a aquellos primitivos símbolos, quizá, para muchos antropólogos, por la profunda huella que dejan aquellos espectáculos romanos en su Circo Máximo sobre el resto de la comunidad católica.
De hecho, los propios coptos (aquellos primeros cristianos egipcios), optaron por el anj como símbolo propio y distintivo respecto a la cruz latina.
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