El 26 de noviembre de 1922, Howard Carter y su equipo, después de años de lastimosos esfuerzos y tribulaciones en el desierto, lograban entrar en la cámara mortuoria de Tutankamón. Cuando descendieron los 16 escalones que conducían al mismísimo corazón de la pirámide, nadie sabía exactamente que se encontraría ente las tinieblas y siglos de soledad y silencio, sin que una sola persona humana hubiese recorrido aquel mismo camino desde hacía más de 2000 años, durante ese periodo la maldición de la momia estuve recluida entre esas paredes.
Más allá de lo que este descubrimiento supuso para la historia de la arqueología, o el desarrollo de del conocimiento de tan antigua, poderosa y misteriosa civilización, con el descenso de aquellos 16 escalones se desataba la conocida maldición de Tutankamón.
Los hechos desgraciados se sucedieron de manera vertiginosa sobre aquellos que habían descendido por aquellos escalones, hasta la cámara sagrada.
Carter se instaló en la tumba, donde trabajó diariamente más de 16 años. Poseía una jaula con un canario, cuyo canto proveía de algo de alegría aquellas húmedas y oscuras galerías, como si fuese un aviso a los pocos días de profanar la tumba, el ave fue devorada por una cobra (serpiente guardiana de los faraones y encanación de la diosa Edjo).
Diez días después del fabuloso descubrimiento que asombraría al mundo, Lord Carnavon, miembro del grupo de Carter y uno de las personas que financiaron la expedición, se hizo un corte en la mejilla izquierda afeitándose. El 17 de marzo caía fulminado por una grave infección que había afectado a la garganta, el oído interno y el plmon derecho. Tras una terrible agonía plagada de dolor y tremendas convulsiones, el 4 de abril moria.
Poco a poco los rumores de una maldición cobraban fuerza en los medios y entre las gentes. Días después de la muerte de Lord Carnavon, se descifró una de las inscripciones que, a modo de advertencia, coronaba la entrada el acceso a la cámara real:
La muerte vendrá con alas ligeras sobre todo aquel que ose violar esta cámara sagrada.
Las consecuencias de la maldición de la momia
Audrey Herbert, otro miembro de la expedición y familia del propo Carnavon, moriría también a su regreso a Londres, víctima de un ataque al corazon, días después de la llegada de los restos de Lord Carnavon.
Al mismo tiempo que esto sucedía en Londres, Sir Douglas Reid, el encargado de sacar las radiografías a los cuerpos encontrados, enfermó repentinamente de agotamiento, tras regresar a su país natal, Suiza, a las pocas semanas moría sin una causa clara. Habían pasado apenas unos pocos meses del acceso a la cámara faraónica.
Las muertes se sucedían en torno a la expedición: la propia secretaria de Carter, murió por estas fechas de un ataque al corazón; el padre de ésta, también miembro de la expedición, se lanzó de un séptimo piso al enterarse de la tragedia. El profesor canadiense, amigo de Carter, que recorrió la tumba pocas semanas después del hallazgo, moría en un hotel del Cairo, víctima de un ataque cerebral.
Distintas fuentes y medios, reflejaban día a día las desgracias acontencidas, también se hacían eco delas violentas muertes que padecían los trabajadores que colaboraron en la apertura de la tumba
En 1935, el número total de fallecidos relacionados con Tutankamón, eran de 28. Es verdad que Carter sobrevivió hasta los 67 años, sin embargo, todos, hasta los más escépticos, coindicen en afirmar que puede existir algo más que la mera casualidad. Se habla de distintos tipos de hongos o gases existentes en cámaras cerradas durante siglos, unas personas ser verían afectadas porque podrían tener su sistema inmunitario menos desarrollado y otras, como Carter, no padecerían dichos efectos.
Sea como fuere, las muertes se siguieron produciendo, muchas veces de maneras violentas, en personas vinculadas con los restos de Tutankamón y sus posesiones, la maldición de la momia fue terrible e implacable.
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