En 1968, Eric Von Danikens, escritor suizo, publicó “Recuerdos del Futuro”, obra en la que afirmaba que en tiempos remotos el hombre había contactado con extraterrestres, fue entonces cuando se popularizaron las figuras de Nazca, ya que Danikens se basaba en la perfección de estas figuras y en la necesidad de haber sido trazadas desde una visión de altura. Según este autor suizo, las figuras que nos ocupan serían símbolos y pistas de aterrizaje para dichos visitantes de la tierra.
Estudios más serios realizados por arqueólogos japoneses, en los años 80, indujeron a pensar que las figuras de Nazca se deben a fundamentos religiosos y espirituales, más tarde se observó que dichas figuras y representaciones estaban ubicados a lo largo del itinerario que conducía a Cahuachi. Estas figuras debían servir, por lo tanto, primero para señalizar el camino de peregrinación y, segundo, para animar e inspirar a los peregrinos desde un punto de vista espiritual y religioso. Estas son unas palabras de Masato Kai, uno de los arqueólogos japoneses que participaron en una de las últimas investigaciones:
nuestras investigaciones muestran que los geoglifos del período formativo se dibujaron para ser vistos y como señalización de un camino o una ruta, no solo física o geográfica, sino que también espiritual y de conciencia, ya que podemos observar una evolución en el diseño y los motivos de dichos glifos según nos aproximamos a nuestro destino.
Los habitantes, según la hipótesis más que plausible de Aikai, siguieron cuidando de algunos geoglifos durante mucho tiempo después de que perdieran su uso originario, incluso después del colapso de la propia urbe de Cahuachi.
El propio Masato Kai y su equipo sostienen que los dibujos sobre las rocas son de distintas épocas y períodos. Para entender la relación entre las distintas imágenes, Kai y su equipo estudiaron el estilo y el método de construcción y el tipo de factura de los distintos glifos, estableciendo cuatro tipos diferenciados de figuras, que tienen a agruparse en según qué rutas, pero todas ellas apuntando en una misma dirección: Cahuachi. En la actualidad, en esta ciudad solo queda una pirámide en píe, pero entre el año 1 y el 500 fue cuando esta urbe vivió su máximo apogeo económico y espiritual, conviertiéndose en una ciudad de peregrinación de primer orden, tanto por el número de sus templos sagrados como por la acumulación de creencias y desarrollo de la espiritualidad.
Los arqueólogos descubrieron que los glifos no solo varían sustancialmente sus formas, sino que también su tipo de factura y de construcción, lo que hace pensar que su elaboración fue llevada a cabo de manera paulatina y sometidas a distintas influencias en cuanto al estilo a la significación de cada elemento. Según los arqueólogos japoneses, dichas figuras fueron construidas por, al menos dos culturas bien diferenciadas con técnicas y simbolismos muy distintos.
Sea como fuere, Nazca y Palpa, continúan siendo, a dia de hoy, uno de los más grandes misterios de la arqueología contemporánea. En el uno de los desiertos más áridos del planeta, cuna de la cultura Nazca (200 A.C-600 D.C), se erigieron distintas figuras cuya perfección, observable solo desde el aire, ha suscitado mil teorías encontradas y muchas de ellas disparatadas. Sabemos que con frecuencia los habitantes de la zona creaban los glifos retirando las piedras enrojecidas y abrasadas de la superficie, para que se viera la arena blanca que se encuentra debajo de dichas piedras. Si bien, aceptada ésta más que plausible teoría, ¿Cómo explicar la perfección de las líneas? ¿Cómo aclarar lo simbólico de las figuras? ¿La perfección de los trazos? Y ¿Cómo hacer para que las figuras cobren forma solo si se ve desde el cielo? En verdad, las preguntas son muchas, a día de hoy.
Sea como fuere, Nazca es un lugar telúrico y cargado de simbolismo, un sitio que merece la pena estudiar y visitar.
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