Satanás, el Caído, Lucifer, El Otro, Belcebú… son muchos los nombres que, según la época y la mentalidad ha recibido aquel que fuera el predilecto de todos los ángeles.
Dentro de una lógica más o menos definitoria, deberemos decir que todos estos son distintos nombres, dentro del contexto católico, de una sola entidad, aunque en muchos casos el origen del nombre puede ser de naturaleza pagana, como es el caso de Belcebú, que tiene raíces sumerias, o el propio término de Satanás, que tiene su origen terminológico en el antiguo pueblo judío.
Ocurre, como en otras tantas ocasiones, que muchos de estos dioses y deidades malignas de naturaleza pagana, fueron adaptados y reelaborados para encarnar el mal. En el Antiguo Testamento se habla de Satán o Satanás, ya lo hemos dicho, por influjo hebreo, mientras que en el Nuevo Testamento, se le nombra como Lucifer. Este nombre, Lucifer (el portador de la luz) es el mismo que tenía antes de rebelarse contra Dios, en su condición de ángel mayor.
Por otra parte, el demonio en cuanto a reencarnación del mal ya existía desde el comienzo de los tiempos, incluso antes de que el propio Lucifer se revelase contra Dios, ya que, como todos recordamos, Adán y Eva son tentados por Satanás, a través de la culebra. Nótese como el nombre de este demonio primitivo es de naturaleza pagana y antigua, y ya existe aún antes de que Lucifer y toda su corte sean arrojados del paraíso; por lo tanto en el origen de los tiempos ya existía Satanás.
Los nombres del diablo antes de Jesucrsito
Además, a poco que analicemos la figura de Satanás en culturas pre-cristianas (asirias, sumerias y acadias, en especial) podemos ver que dicha figura, Satanás, aparece también vinculada con Dios. Para estos pueblos pre-cristianos el bien y el mal son parte de un solo Dios. Serán las grandes religiones monoteístas, eclosionadas a raíz de contextos favorables para un mensaje como el que predicaban, quienes separarán claramente el bien del mal. De esta manera podemos ver un cierto maniqueísmo entre lo que esta bien, bajo la figura del Dios al que se reza y reparte el maná, donde no cabe ni un ápice de maldad ( y aún así, no supo perdonar la soberbia de Lucifer) y la propia negatividad encarnadas en adelante, bajo la figura de Satán.
Dentro de una mentalidad cristiana, no tiene cabida que en una misma persona (o Dios) se complementen el bien y el mal, pues Dios fue desde el origen símbolo de la perfección donde no cabía maldad alguna y el propio Lucifer, como encarnación del mal se le otorgó un reino en el infierno con su sequito de ayudantes o demonios menores, con el firme propósito de propagar el mal a través del mundo y hacerse con el mayor número de almas posibles.
La evolución histórica del mal es algo fascinante, ver la transmutación de nombres y apelativos a través de los textos, nos viene a dar idea de la mentalidad de cada época y de qué tipo de temores acuciaba al hombre en cada momento.
A modo de conclusión, se podría decir que la evolución del Diablo, o de Lucifer, o de Satanás, o del nombre que queramos decir, fue un proceso lento, que tardaría siglos y siglos en evolucionar y en el que participarán la mentalidad de varias religiones, así que, de este modo, quizá resulte imposible hablar de una sola historia en cuanto al origen de Lucifer o Satán, siendo lo mismo, más bien se podría hablar de un proceso complejo y evolutivo en cuanto, no solo a la forma de nombrar el mal, sino también al modo de asimilarlo y readaptarlo a cada mentalidad.
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