Cuando a Horacio le llegó el día de su muerte, ésta se presentó de una manera sonriente parada en la puerta de su cuarto, a lo cual sólo atinó a decirle un adiós a todos quienes se encontraban presentes. Pero algo extraño estaría por ocurrir, cadena de acontecimientos que empezarían con una mano que les cerró los ojos para cubrirlo en una densa oscuridad.
De esta manera es que Horacio empezó a recordar todo lo que había hecho en su vida, dejándole un gran vacío que le pesaba mucho tal cual si fuera una medalla colgada hasta su pecho; es desde ese mismo instante en que Horacio empezó a sentirse como un papel viejo que poco a poco iría tornándose de un color amarillento y que sería consumido por las diferentes polillas al ser guardado en algún archivo del registro de las defunciones. De allí es que su primer pensamiento empezó a ser «la vida es como un miedo», frase que se fue repitiendo en cada instante mientras tenía un poco de uso de razón.
Todos los pensamientos que venían a Horacio en cada instante siempre terminaban en lo mismo, pues él se decía que todo lo que veían sus ojos era todo lo que en realidad existía, razón por la cual nunca encomendó su alma a nadie que pudiera salvarla, pues si no era capaz de ver algo más allá de lo material, ¿quien habría de salvarlo?. Pensando de esta manera, de que servía tener que inventarse a un dios, tener que darle asimismo una predilección de adoración que posteriormente pueda terminar en una desilusión debido a que todo pueda ser falso. Si había cielo, éste solamente existía por las nubes, estrellas, aire, un espacio abierto y nada más, pues más allá de lo que se piense que existe, no se lo puede creer debido a que no se lo puede ver.
Todos las sombras que cubrieron a Horacio luego de su muerte, en un momento determinado se llegaron a dispersar dándole la mayor de las sorpresas que jamás pudo haber imaginado; y es que justo delante de él se encontraba Dios, teniendo a dos grandes puertas a sus espaldas, siendo una de oro y muy bien pulida y la otra en cambio un poco más descuidada y llena de cenizas.
Entonces Dios empezó a decirle a Horacio, «no pensaste encontrarme, ¿verdad?», Y ante tal situación Horacio pensó que solamente existían los dos en este lugar, pensando que se encontraba en un largo sueño pero tomando conciencia a la vez de que los muertos no sueñan. De esta manera es que Dios empieza una larga serie de cuestionamientos para con Horacio, diciéndole entre algunas cosas «piensas que todo es mentira, crees que yo no existo, pensamientos que siempre has tenido y que aún los tienes en este instante, pero algo que debes tomar en cuenta es que tu cuerpo ya se encuentra bajo tierra y eso sólo es de interés para los humanos, en cambio tu alma que se encuentra en ese instante aquí y en mis pies, ¿qué importancia le puedes dar?».
De esta manera Dios fue acercándose cada vez más hacia Horacio, el cual lo veía cada vez más grande mientras más se acercaba a él. Dios le dio a escoger de entre las dos puertas, siendo la dorada la que había elegido Horacio. Dios le dijo «no me sorprende tu elección, pues toda tu vida siempre ha sido así», a lo que acto seguido la puerta más sucia cambió de forma convirtiéndose en más iluminada y elegante, no siendo el caso de la puerta dorada que cambia de apariencia y desapareció. Está es la historia y la leyenda de la Muerte de Horacio.
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