Eurídice era la esposa y amante de Orfeo, siendo este amor único y verdadero. Nunca pensaron los protagonistas de esta historia mitológica que terminaría, pero lo impensable llegó, debido a que Eurídice falleció dejando sólo y triste a quien tanto la había amado.
Desde ese mismo instante en que Orfeo perdió a su amada esposa, éste se dedicó a llorar día y noche. No podía creerse la defunción de Eurídice. Tanto lloró, que sus lamentos se convirtieron en un cántico que llegaba a agradar a quien lo escuchaba, razón por la que muchos que le oían llegaron a darle monedas.
Como su lamento no podía encontrar consuelo en la tierra, Orfeo decidió buscar a su esposa ya muerta descendiendo a los infiernos, en donde cada uno de sus llantos fueron escuchados por Plutón. Tanto se conmovió Plutón, que se atrevió a decirle a Orfeo:
Te concedo el privilegio de que puedas salir con tu esposa desde estos lugares de gran condenación. Pero para ello, tienes que cumplir con una condición, y es que ambos tendrán que salir juntos. Siguiendo el camino, irás siempre tú primero y tu esposa detrás tuyo, pero siempre mantendrás la mirada al frente y nunca te darás la vuelta para verla durante el trayecto de regreso hasta la tierra, ya que si lo haces un sólo instante, la perderás para siempre.
Orfeo no podía creer la gran oportunidad que Plutón le concedía, así que empezó su largo camino de regreso hasta la tierra, sabiendo que su esposa Eurídice lo seguía siempre por detrás a muy pocos pasos de él. Ya habían realizado parte del camino, siguiendo las instrucciones de mirar hacia el frente, confiando Orfeo en la palabra de Plutón, sin dudar ni un segundo de que su esposa seguía cada uno de sus pasos.
De pronto, vino a la memoria de Orfeo todo lo que aquellos Dioses le había mencionado en alguna ocasión. Según ellos, muchas veces ocasionan desgracias y problemas a todos los hombres, para que puedan buscar consuelo en cada uno de sus cánticos, siendo esto una muestra de dignificación delicada siempre a los Dioses. Ya estando a muy poca distancia de la salida de los infiernos, Orfeo empieza a añorar y tener nostalgia de tantos aplausos, honores y riquezas que la gente le había proporcionado en todo aquel tiempo en que su esposa no había estado a su lado.
En ese momento, Orfeo con el corazón lleno de dolor y con una gran emotividad, por tener a su esposa detrás suyo, volvió su rostro hacia ella, para regalarle la mejor de las sonrisas, mirando el rostro de Eurídice, que se desvaneció en el aire, y ahora, para siempre.
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