Quizá el concepto de magia sea tan antiguo como la propia historia del hombre. Es en los Siglos XV y XVI cuando el término de “magia negra” nace de manos de la Santa Inquisición, como modo de herético para designar los distintos rituales paganos, no siempre vinculados con divinidades demoniacas.
Según los antropólogos, el esoterismo es la representación ritual y atávica de los impulsos de las culturas y, por extensión, de las personas. Se podría decir que cualquier tipo de representación onírica o no cabe en dicha definición, incluidas religiones monoteístas como el catolicismo, el judaísmo o el islamismo, que son, en definitiva y según los estudiosos, la representación ritual y ancestral de todo el potencial de una tradición místico-religiosa en la mente de cada persona. De esta forma, en cada sociedad se ha formado una percepción mágico-religiosa que puede y debe responder a las necesidades espirituales de cada sociedad. En todas las religiones de esta naturaleza la representación del bien y del mal es recurrente y perfectamente diferenciadas, frente a otras religiones politeístas en las que los dioses pueden ser buenos y malos.
En todas estas representaciones espirituales ha existido, desde siempre, ritos y expresiones mágicas realizadas por personas que actúan de nexo entre la divinidad y las personas. En todas las culturas, por tanto han existido este tipo de figuras, se llamen chamanes, curas, hechiceros, curanderos, da igual su nombre. En esencia, no se podía afirmar la existencia de una magia blanca o una negra, ya que estos dos conceptos, antes del cristianismo, cohabitaban simbióticos en creencias y dioses: el mismo hechicero que te podía curar, también tenía capacidad para matarte.
Es con la consolidación de la fe católica monoteísta y maniquea y en loor a un dios puramente “blanco”, cuando comienza la conquista de Europa, Asia y con posterioridad África y América. Es en este punto, con la imposición de la Santa Inquisición, cuando se acuña el concepto de “magia negra”, aquella que tiene que ver con el oscuro, con lo tenebroso y con el mundo del mal.
Es cierto que con posterioridad, el concepto de “magia negra” se irá acotando para distintos tipos de misas, ritos y actos vinculados con lo oscuro, con lo pernicioso y lo demoniaco, muchas veces, pero en esencia y en origen, según las disposiciones de la Santa Madre Iglesia, “magia negra” tenía que ver con todos los actos desvinculados de la ortodoxia de fe cristiana.
Quizá en esencia, y por estos años, el término de “magia negra”, no fue más que una expresión para degenerar antiguos ritos paganos, vinculados muchas veces con la naturaleza y la bondad, es quizá por esta represión y por la persecución de la Iglesia, por la que ya desde antiguo aparecerán muchas personas que, de manera secreta y hermética, vincularán sus actividades y sus rezos al Angel Caído, quizá como propia contraposición a la presión religiosa y eclesiástica.
A pesar de esta masacre de personas y de conocimientos fundamentales del esoterismo verdadero, muchos sabedores de la verdadera filosofía se ocultaron y, en secreto, siguieron profesando sus ancestrales creencias y ceremonias. Ritos que siempre fueron basados en una tradición oral, de boca en boca.
Por lo tanto y pare resumir, se podría decir que la magia negra nace a partir de la persecución y la represión de la Iglesia Católica hacia todo aquel que no practicase su fe, la propia Inquisición conceptualizará el termino mismo y las consecuencias que ello conlleva. Será en una evolución posterior cuando los propios adoradores del demonio asuman ese rol y se identifiquen con tales conceptos.
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